Giorgione: La tempestad Hacia 1505. 82 x 73 cm. Oleo sobre lienzo. Gallerie dell'Accademia, Venecia. .
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"La tempestad resume todas las claves del "giorgionismo". Es un cuadro
del que se desprende una profunda sensación de misterio. A la orilla de
un río, en un recodo protegido por árboles y restos ruinosos, una mujer
semidesnuda amamanta a su hijito mientras enfrente un joven, de pie, se
apoya sobre su vara; más al fondo y tras un puente que deja en la
oscuridad las aguas próximas, una ciudad estalla en acentos luminosos
bajo un cielo amenazador cuyos nubarrones aparecen hendidos por el
fulgor de un rayo. No hay asomo de inquietud en los personajes y su
aislamiento, por lo demás, no se ve roto por la proximidad: ambos viven
sus propias emociones en el seno de una naturaleza, pese a los signos,
propicia y sumidos en una atmósfera como de sueño en donde no hay lugar
para el drama. La falta de reacción ante el desencadenamiento de las
fuerzas de la naturaleza anula el efecto de inmediatez vital, provocando
un sentimiento de intemporalidad que nos introduce en los reinos de la
fábula.
La revolución giorgionesca, basada en buena medida en la apertura a
nuevos campos temáticos -la mitología, la fábula, la historia- y en el
modo en que fueron abordados (con un espíritu contemplativo lleno de
lirismo, de ensoñación y de un sentimiento de la naturaleza cercano al
panteísmo), fue también extraordinariamente profunda desde el punto de
vista técnico. Para caracterizar su novedad Vasari refiere que Giorgione
realizaba sus pinturas directamente, sin dibujos previos ni bocetos.
Las dos fases en que durante el Quattrocento se había dividido el
quehacer artístico -ideación y ejecución- quedaban así subsumidas en un
solo acto creador. Y en efecto, las radiografías realizadas a La tempestad
permiten comprobar que en un principio Giorgione no había pensado
introducir el grupo de la madre con su hijo y que en lugar del joven
había pintado una muchacha desnuda con los pies en el río, demostrándose
así que el pintor no había partido de una idea cerrada, sino que ésta
se fue concretando a medida que avanzaba en la ejecución.
Semejante concepción del hecho pictórico iba pareja -y en cierto modo la
presuponía- con la renuncia a establecer la unidad del cuadro a partir
de su estructura geométrica. Ahora la unidad debería asentarse sobre una
base óptica: a partir de la luz y del color. Quedaban de este modo
establecidos los términos de la polémica esencial entre la pintura
veneciana y la de Florencia y Roma: color frente a diseño
(posteriormente, Tiziano, de forma más explícita que Giorgione, ampliará
los campos de confrontación: vitalismo frente a intelectualismo).
En La tempestad todo parece casual: los personajes no dominan, ni
por su escala ni por su posición, el paisaje, no gobiernan la
estructura del cuadro; tampoco la naturaleza aparece sometida a una
disposición rígida según las leyes de la perspectiva cuatrocentista. Por
primera vez la naturaleza no es un telón de fondo y ni siquiera el
campo de acción de la historia o del mito, sino que asume un nivel de
protagonismo idéntico al de ellos. Y es que La tempestad tampoco es un
paisaje con figuras. En este cuadro, como en otros de Giorgione,
naturaleza e historia se muestran inextricablemente unidas, las personas
y las cosas participan en un mismo sentimiento y se presentan, por fin,
en un plano de igualdad." (Alvarez Lopera, J., ob., cit., pág. 143-145)
"El espacio de La Tempestad no es menos profundo que una
perspectiva rafaelesca, pero no viene dado en su graduación según las
exigencias de una "historia" que se representa, sino instantáneamente y
en su totalidad. El instante es aquí el del relámpago que precede al
temporal; y, por más que el tema sea bíblico y filosófico (como ha demostrado M. Calvesi), el motivo es el de la naturaleza que espera el "bautismo" de la lluvia.
Entre las figuras no hay acción ni diálogo: son dos presencias a las que
la situación de tiempo y de lugar, la espera del fenómeno, une con una
relación mucho más profunda, de coexistencia y de coexperiencia. Sin
estas dos figuras, todo el paisaje se oscurecería, perdería significado,
se convertiría en una "vista", porque la naturaleza no revela sus
sentidos profundos si no es a través de la experiencia y de la
interpretación humana.
Es precisamente esta relación profunda, vital, irracional, entre natura y humanitas lo que constituye la poesía
de Girogione, una poesía que tiene también su determinación histórica
en el panteísmo naturalista de Lucrecio. (...) El humanismo, para
Giorgione, no es ya una suma de erudición, ni la imitación o emulación
del antiguo, sino la condición mediante la cual la conciencia humana,
saturada de antigua experiencia, cumple con absoluta plenitud la
experiencia del presente o de la vida". (Argan, G.C., ob. Cit., pág.
118)
Bibliografía
Alvarez Lopera, José, y Pita Andrade, José Manuel (1991), La Pintura: de la Prehistoria a Goya. Tomo 5 de la Historia del Arte. Barcelona. Carroggio S.A. de Ediciones.
Argan, G.C. (1987), Renacimiento y Barroco. I. De Miguel Angel a Tiepolo. Madrid. Akal.
Chevreuil, Claude (1995), Memorias de Giorgione, pintor veneciano. Barcelona. Edicions 62, Península. 368 p.
Lilli, Virgilio ... [et al.] (1976), Giorgione. Barcelona. Noguer y Caralt Editores. Col. Clásicos del arte. 104 p
Lombardo Petrobelli, Elena (1973), Giorgione. Ediciones Toray. 2ª ed. 120 p.